28/8/15

El hombre que amo



Él trata de contribuir lo más posible buscando que su existencia tenga un sentido que trascienda su esfera individual... pero no es in-dividual, in-divisible; se arroja entre las muchas otras esferas, tocándolas, tratando de repercutir en ellas para bien. Les ofrece una caricia cálida que las invita a que no teman romperse... él va a estar ahí, agitándolos para recordarles que están vivos. 

Me hace pensar que, si por él fuera, donaría su existencia a cambio de mejores condiciones para los demás, y en cierto modo lo hace... siento que se queda y la acepta porque confía en que él mismo abogará por ellas. Es tanta su curiosidad y necesidad de conocer lo posible, que se rompería a cambio de ser uno nuevo, uno mejor, uno que pueda más. Me pregunto de dónde vendrá esa humildad donde casi no se da cuenta de lo que hace consigo mismo y con los demás, donde sospecha que un camino es prometedor e invita a los que le quieran oír para que den sus propios pasos con la misma seguridad. Parece que sólo asevera y decide para amarrar su paso, para no fallarle al presente, para no quedarse a deber nada. 

Alza la voz como si supiera que podría ser que nadie lo hiciera, al menos no para decir lo que él ve. Y cuánto hablan sus ojos y sus manos... Cree que pienso todo eso porque lo amo, pero quizá no había podido decirle que lo amo precisamente porque pienso que es así. No resulta tan raro que desconfíe de las virtudes que a veces menciono de él, porque realmente son tan maravillosas y singulares que podría ser que lo estuviera enalteciendo ciegamente. Pero no es mi intención vanagloriarlo sino hablar de algunas de las bellezas más impresionantes que podría; de él como lo he conocido y al que amo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No me amas como si fuera tuya, sino queriendo que lo sea. Sabes que ya muero por aferrarme de ti, por retorcerme de sentir que podemos más, por perdernos y encontrarnos sin más certeza que la de saber que estamos el uno con el otro. Amo que tus ojos y tus manos me pidan, como si me siguieran esperando aún habiendo aparecido para ellos; nunca me había sentido tan vulnerable, tan disociada y reedificada con un sólo encuentro, con un choque.
Lo puedes todo en mí, lo que conozco y lo que descubres; siento que el potencial de tu sensibilidad es capaz de comunicarse con otra, abriendo canales en donde basta seguir tus impulsos para arrojarse a un abismo donde tampoco sabes qué habrá pero prometes estar ahí cuando volvamos… haces sentir que volveremos.

Nunca he sido permisiva pero tú sí, y en esa confianza que te tengo, que me tienes, y que me tengo por ti, he descubierto que yo no había hecho por mí lo que tú haces por ti y también por mí; no me había arrojado ni había sentido que me arrojaran como nos arrojamos cuando me inspiras o siento que te sigo, que nos vamos juntos. A veces hablo como si te responsabilizara de nosotros, pero a lo que me refiero es a que la única razón por la que me he sentido suceder cual ave fénix eres tú. Me abandono contigo porque sé que matarías por el momento que vivimos, que serías capaz de dar vida; lo sé cuando te siento arrancándome y dejándome arrancarte lo que somos precisamente porque somos lo que amamos… Nunca volvemos los mismos, pero hicimos con ellos todo lo que pudimos, y cada encuentro es una promesa de irnos pero también de volver.

Anónimo dijo...

Yo no decidí amarte, tú tomaste mi amor.
Poco a poco fui olvidando mis expectativas del amor; no se trata de nada que hubiera vivido antes. Y así, sintiéndome vulnerable ante una experiencia tan importante como nueva, me reconocí muy fuerte; tengo que ser lo más fuerte posible para amarte, así como tú a mí.

Te veo ser y no sólo me quiero en esta vida, sino que la quiero contigo. Siempre que sientas que me amas, deséame contigo, tú puedes regalarme la vida, no me impidas saber qué ves, qué sientes y qué piensas. Quiero vivirnos fuera de mi autoria, en el amor que nos tenemos, en lo que ninguno de los dos sabe pero por lo que ambos apostamos al amarnos así, al declararnos la vida.

Me he enamorado de zapatos cuya talla no es la de mis pies; llegué hasta aquí por ellos, pero no conocí la medida perfecta para mi andar hasta que bailé contigo. Pude contentarme con verlos a través de un aparador, no deseándolos para mí sino para su encuentro con otros caminos. Pero tú, mi amor, no estás hecho para verte sino para sentirte, para vivirte.

Nunca he pedido nada, he sido fuerte y paciente; conocí la razón al hallarme en tus ojos, en el mundo que pintaste para mí. No le pido, entonces, a la vida, sino a ti que no me faltes, que seamos juntos, que no dejemos de conocernos y casarnos, que de todas las personas que he conocido y amado, tú te quedes.

No pude permanecer entonces, cuando no sentí fe de poder hacernos bien mutuamente, pero a ti y a mí nos guardo toda la fe de la que soy capaz; sé que no nos dejaremos ir a menos que no nos prometamos la vida, y creo que no me equivoco al decir que lo haremos, que pondremos en duda el mundo y a nosotros mismos antes que renunciar a la vida de nuestro nosotros, esta por la que no me imagino viviendo sin ti.

Éste que ves, engaño colorido, que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores, es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores, triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado, es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada
- Sor Juana Inés de la Cruz -