4/10/16

Tan sincero como la esperanza que Dios mandó a los pueblos del mundo

No sé cómo logran cantar quienes reviven en canciones. Yo no podría compartir cada noche las historias de mi vida, no soportaría verlos pasar a través de la desesperación de mi garganta y de unas palabras que ya no los alcanzan. Quizá les resulta terapéutico como quien es capaz de procurarse un exorcismo, pero yo no puedo; quizá por ello me escondo detrás de este espacio en blanco que no me contiene aunque no me amenace con la presencia de nadie... pero sí me enfrenta a lo que siento, a lo que sí pudo ser, que es este momento en el que nuestra presencia se da en razón de ausencia, de nostalgia, de impotencia porque ya no pudo más... Pero sí pudo lo que siento y lo que soy gracias a todo lo que fue. Algunas veces lamento sentir tanto, pero siempre logro tener presente que no lamenté todo lo que extraño, eso por lo que hoy siento tristeza. Las oigo cantar y las veo gritar, susurrar o romper en llanto y no puedo evitar preguntarme cómo es que alguien puede contarle eso a otros tantas veces sin morirse de tristeza. ¿Será una especie de suicidio vivir así? Yo temería que me oyeran, que supieran todo lo que no les dije, lo que siento actualmente, porque así, en distancia, por lo menos puedo guardarle fe a las posibilidades de que crean que no valía la pena... No quiero decirles que a pesar de que merecía la pena, nos fuimos. Pero tan la mereció, que nos vivimos y soy capaz de comprender a aquellas que han amado y dicen lo que yo no digo, en público como yo no podría porque mi desahogo no amerita el riesgo de arrojarlos dentro de mis arranques... Lamento mucho que escriban y canten así esas canciones porque reconozco ese dolor y, aunque no se lo desearía a nadie, no hay ninguno que merezca más ser vivido y c@ntado.


7/12/15

Remembranza

Recuerdo la noche en que la escuché hablando de ti; en la que supe que ella te conocía y que te amaba. Fue la misma en que supe que, como ella, yo también me convertiría en un fantasma al que recordarías con nostalgia después de que, a pesar de nosotros -o precisamente por ello-, emprendiéramos la marcha. Me encantaría arrancarme el recuerdo de su voz describiéndote, diciéndome que sus ojos te habían reconocido y que se habían despertado quizá tan iluminados como los míos al amarte. Supe que cuando describiste una muerte tuya hace apenas unos años te referías a ella, igual que cuando reclamabas un “después” en las palabras que te oí decir la primera vez que escuché tu voz. Siempre la amarás y siempre me amarás, quizá más que a ella -como dijiste muchas veces- pero quizá también haya otra que te provoque tanto que nos compares una vez más porque nunca te es suficiente sentir lo que conoces. 

No me hace sentir mejor saber que significo mucho para ti, igual que dudo que te haga sentir mejor saber que significas mucho para mí. Creo que cada vez que nos atrevamos a decir nuestro propio nombre estaremos evocando todas las veces que nos llamamos, que tuvimos vida por la boca del otro. Amé mi nombre cuando lo dijiste tú, cuando me analogaste a una crisálida y a todo con lo que pudiste jugar como un niño curioso por las cosas de las que es capaz. Así, mi presencia está condicionada por tu ausencia, por la insistente razón por la que fuimos ese amor que aún somos, ése por el que en este momento no estás conmigo ni yo contigo. 

¿Qué habremos sido que nos causó tanto temor? alejándonos uno al otro, tratando de controlar el momento en que podíamos o no ser. Quizá intentábamos cazar el momento de ser más fuertes, de no espantarnos ante los abismos que se abrían cuando el otro -nos decíamos- no era tan maravilloso, cuando quizá no éramos lo que creíamos pero hubiéramos hecho cualquier cosa por sentir que era real, que era tan avasallador. Nunca dudaré que fuimos mucho, que lo que siento al pensarte es de las cosas más bonitas que ocurren en mí, pero creo que en el momento esperábamos que hubiera algo lo suficientemente fuerte como para quedarnos o irnos de una vez por todas; al final lo hubo. 

Te recuerdo viéndome besarlo, y llorando porque eso no era suficiente para dejarme de amar; y lo entiendo porque yo tampoco dejé de amarte después de que me enfrentaste a saber de otras o verte con ellas. Pero cuando te recuerdo torturándote de esa manera, más bien me remito a aquella noche en que sentí que tenía que oírla hablar de ti, sentir mi sangre hirviendo porque otra te había ocupado y tú la habías ocupado bellamente. Hoy pienso en ello y me tranquiliza pensar en que, si hay otra más a quien ames y te ame tanto, eso logrará asustarte como nosotros cuando no nos imaginamos sentir tanto uno por el otro. Me tranquiliza imaginar que uno de los dos lo arruinará, que no tendrán lo que nosotros no tuvimos. Te pienso alejándola, temiendo que se vaya por cuenta propia, controlando las veces que la quisieras contigo o en tu contra, arañándote para aferrarse de ti. 

Pero espero no haberte conocido suficiente, o haberlo hecho precisamente bien al desear que haber sucedido valga tanto la pena que encuentres lo que no tuvimos, que no te tome tan de sorpresa amar mucho y ser muy amado. Es más mi fe en ti y en las posibilidades (incluidas ellas), que mis celos, que mi molestia por no ser yo quien atestigüe tus nacimientos. Quizá decidas ser el único testigo de esa multiplicidad hermosa que eres, pero espero que sientas lo que te invite a celebrar la vida, lo que te inspire a ser tú (más allá del que conocí). Por ti fui la peor que pude ser (al quererte para mi y al lastimarnos) y, ahora que escribo esto y siento cómo amo cada posibilidad imaginada de que seas lo que quieras ser con quien lo puedas y quieras ser, veo que también he podido ser la mejor, como tú lo fuiste al dejarme ir.

27/9/15

La mirada que amo


Quisiera describir la manera en que sonríen sus ojos, pero no remitiéndome a su forma sino a la intención que descubro por ellos. 
Si supiera dibujar me deslizaría en los pliegues que se extienden desde su sonrisa hasta la luz de sus ojos. Quizá delinearía sus rasgos con acuarelas de mis colores favoritos, o haría pequeños trazos suaves como no queriendo perturbar el recuerdo que tengo de él...

Pero yo ilustro con letras, esas son las formas que delineo para analogar aquello que me ha querido decir algo y yo, en mi desasosiego, he significado desde los horizontes de sentido que orientan mi mirada. 
No es mi intención sustituir la imagen de su rostro, con la de mis frases; en realidad sólo he podido verlo cuando está conmigo, así que no sabría ni querría dar cuenta de todo lo que hace presente cuando ve.

Amo lo que lo despierta, lo que lo invita a encontrarse consigo mismo y con el mundo. ¿Algo le habrá sonreído como él me sonríe cuando me ve? ¿Cómo pudo descubrir posible el hacerlo y compartirlo conmigo al mirarme? ¿Cómo sabe qué decirle a mis ojos para hacerlos sentir tan amados?

Besa el potencial de mi mirada como ha besado mi boca y manos, regalándome la posibilidad de guardar fe en ellas, en su vida y en su capacidad para decirle que yo también lo amo.

24/9/15

Pequeña crónica de una chica clasemediera


Estaba escribiendo acerca de la escritura pero no me sentía tan inspirada como para hacerle justicia al tema. Vi un capítulo de Gossip girl en donde un personaje escribe sobre sus seres queridos y -alegando licencia artística- no los pinta muy bien que digamos. Eso me inspiró, hasta que apareció un espejo frente a mí; la relación de ese personaje con otro me asustó. Cuando alguien te describe superficialmente pero en realidad no te conoce, no importa; pero cuando te dibuja con prejuicios alguien a quien le dejaste ver quién eres... “Creí que eras el amor de mi vida y yo el de la tuya”, le dijo. 

Platiqué y me sentí mejor. Salí a buscar mi amor por la filosofía a las esquinas, en esos pequeños puestos donde las letras y las fotografías se ofrecen a los transeúntes que, si tienen suerte, podrán contemplar sus contenidos en otro tiempo, cuando la novedad que implica su publicación se haya ido. No me di cuenta hasta hoy; no busco a Aristóteles, me busco a mí, a la que se enamoró de la Filosofía que hoy quiere detener como quien se equivocó de tren. 
Aún guardo las copias de mi “Metafísica”, en donde se materializó el momento en el que decidí estudiar eso en lugar de Diseño y comunicación visual. Mi maestro contribuyó mucho, pero Aristóteles usó las palabras (que -odio reconocer- son las que dice Porrúa que él dijo, pero quién sabe). Pero si no encontré aquél amor en estos 3 últimos años, ¿cómo habría de lograrlo en una semana? Gredos hace ediciones de colección, no milagros. Prefiero desistir de mi búsqueda, a andar por la calle preguntando por él y que me vuelvan a decir que está agotado.

Nunca he renunciado al amor (he roto relaciones, no sentimientos), pero sí he desistido de mi determinación por hacer encajar algo/alguien conmigo. “Creí que eras el amor de mi vida y yo el de la tuya”. Al final no cambia nada, pero quiero creer que alguien leerá esto y -conociéndome o no- no me juzgará; quizá también, al ver esto hoy u otro día, no me sentiré tan mal como cuando sólo lo siento, sin verlo de frente.

Éste que ves, engaño colorido, que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores, es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores, triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado, es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada
- Sor Juana Inés de la Cruz -