22/1/14

No es necesario, hay esperanza


"Hubo, se dice, un tiempo en el que un ángel se creyó superior al gobierno y la ley. Y cayó, desde lo alto de los cielos. Habrá que recordarlo, habrá que recordarlo siempre, aunque nunca haya habido esos seres alados e inocentes que llevan en las manos el mensaje severo de la muerte: jamás habremos de olvidar esta enseñanza. ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué mensaje se oculta en este mito? Hemos de conocer el límite posible, saber hasta dónde llegan los poderes concedidos, amarrar nuestras manos para nunca lastimar al inocente. ¿Es así, con eso basta? 

Hubo un tiempo, ¿lo recuerdan, poderosos señores?, en que el combate entre los hombres se daba cuerpo a cuerpo, cara a cara, una lanza de bronce contra otra lanza de bronce, llenas las dos de aquella oscura luz del Sol atónito de Troya. El día de hoy, empero, el enemigo semeja sólo imágenes, sensaciones virtuales, nada cierto, el programa, a colores, de una película muda que aparece en la pantalla, la luz de un aparato electrónico en la noche. Se desconoce por completo el rostro intangible de los otros, se ignora el nombre de quien ha de morir y sólo se oprime un delicado instrumento cibernético que destruye ciudades donde viven mujeres, niños, magos que hacen bailar a cobras asesinas. 

El día de hoy, entonces, ¿en dónde, en dónde, oh dioses, se guarda, intacta, la inocencia? ¿En las manos del pueblo? Pero, ¿qué nos dice esa palabra, pueblo? ¿Un paisaje, unos rostros, un camino de sangre? ¿Una historia de siglos, una historia de signos? ¿La voz que se repite y nos incita a ser, por siempre, idénticos, idénticos, idénticos? ¿Somos, entonces, sólo historia? ¿No podremos cambiar? ¿Podremos dibujar un futuro distinto? Pregunto, una vez más, ¿podremos alterar el rumbo de la vida? ¿Qué hemos de hacer para cambiar la vida? ¿Pensar en aquello que no somos? ¿Desear, hasta el fondo de los huesos, una vida distinta?¿Sin corrupción, sin cárcel, sin cadenas? ¿Es posible esa vida? No lo sé, ah, lo ignoro. 

Lo que deseamos, por encima de todo, es que se haga verdad una palabra, libertad, con la que el pueblo, se nos dice, se emociona de gozo. [...] Pero aquí se pregunta, no se olvide, por el pueblo y la historia, no por los hombres simples y corrientes. Nada importa la vida triste de algún hombre, sino la vida efímera del pueblo. Pero, entonces, ¿cómo nacen los pueblos? El pueblo está compuesto por hombres simples y corrientes, se nos dice. ¿Es una masa el pueblo, la suma, abstracta, de los individuos? Una nación, la patria nuestra, ¿habrá de ser, por siempre, fiel a su espejo diario? No, jamás. Es necesario encontrar el secreto para cambiar la vida, hurgar, en el futuro incierto, lo que deseamos ser.

Apenas la palabra, esa déspota enorme, nos salva de la muerte, al menos por un día. ¿Es así, es así? No lo sé, ah, lo ignoro. Lo único que sé, lo poco que conozco, quizás, tal vez, acaso, es el dolor. ¿De veras? ¿De veras es así? No. Y elevo, entonces, mi canción: ¿Y el minuto de gracia que el amor te concede? ¿Y el instante de vida que la muerte te da? ¿Y el segundo, tan bello, que el paisaje te otorga? ¿Y aquél día, tan hermoso, que juraste vivir? No te mientas, pues, tanto, necesario es andar. Por eso, pues, me digo, conviene guardar al menos un poco de esperanza."

En el centro del año, Jaime Labastida

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Éste que ves, engaño colorido, que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores, es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores, triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado, es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada
- Sor Juana Inés de la Cruz -