29/3/14

Soy ésta; ni más, ni menos, ni distinta, y es eso lo único que puedo expresar (exudar).



No creo ser caprichosa, sólo trato de ubicarme en donde siento que puedo, quiero y debo, de la manera con la que creo que puedo, quiero y debo. A veces lo que deseo y lo que siento adecuado no coinciden, y entonces reflexiono, me remito al reflejo de mis adentros para valorar la situación. Cada uno es responsable de lo que decide (porque siempre hay opciones y, de todas, elegimos precisamente unas), pero el decidir no implica satisfacción; a veces “sólo queda” hacer algo, lo que creamos justo. 

No creo que vivamos de saberes -que tengamos un conocimiento entero de algo- sino de creencias, de valores que les vamos dando a las cosas, personas y demás, según la vida que nos tocó. Creo que mientras podamos vivir con ciertas creencias que de alguna manera justifiquen que despertemos por la mañana, ya la hicimos, pero en el momento en el que nos desencantamos de una creencia no nos queda más que valorar la situación, sopesar los motivos por los cuales las cosas están sucediendo de esa manera y no de otra, y ver si podemos hacer algo (actuar, intervenir). 

Toda expectativa es una creencia, pero no toda creencia es una expectativa; necesitamos ejes, suposiciones acerca de lo que podría ser. Como creo que el mundo de las posibilidades es infinito -y definitivamente no nos alcanza un cuerpo y una cabeza para abarcarlo-, no me queda más que aceptar que, aunque tengo preferencias, podría pasar o ser cualquier cosa que escape a mi experiencia de vida, pues la de “lo demás” es tan singular como distinta a la mía, y por ello tiene un abanico desconocido de cosas qué significar.

Entonces, ¿cómo no va a ser cierto que una desilusión se dé por la ruptura de una expectativa? bueno, creo que la desilusión viene de que nuestra fe en “lo demás” no encuentre justificación en ese abanico de posibilidades desconocidas, inesperadas. En lugar de que la partida se dé en relación a un “ganar”, creo que se da a un “perder”, sin que eso implique un mejor y un peor. Cuando la diversidad no resulta prometedora, ¿qué va a hacer uno si no canalizar el poder de una creencia hacia otro lado? a veces eso no se elige, sólo nos alcanza la necesidad de dejar de creer en algo para creer ahora en otra cosa.

No sé si consista en supervivencia eso de reconocer algo como positivo (acrecentador de potencialidades propias y ajenas) o negativo (no necesariamente dañino, sino obstructivo), pero creo que es parte del juego de experimentar la vida como creemos que podemos, queremos o debemos. Estamos condenados a ser y hacer (y, en ello, repercutir en “lo(s) demás”), y ahí de nosotros donde nos quedemos a deber algo a nosotros mismos... Yo, por mi parte, actúo tratando de evadir el arrepentimiento, no creyendo que “lo hago muy bien”, sino adecuándome, tratando de hacerle justicia a las condiciones que posibilitan cada bendito momento en el que toca decidir. 


“Eso es lo que pasa cuando estás bien dejando ir cosas bonitas [...], porque es lindo amar y ser amado pero es mejor saber todo lo que puedas, es bonito amar y ser amado pero prefiero saber lo que sabe Dios”.


1 comentario:

verayamor dijo...

♥Amo leer lo que escribes.


Necesito preguntarte algo personal, me gustaría que me dieras una opinion sobre algo, es importante :) espero que si y me des tu correo para hacertelo saber.

Un abrazo

Vera

Éste que ves, engaño colorido, que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores, es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores, triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado, es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada
- Sor Juana Inés de la Cruz -