1/6/14

31 de Mayo

No nos debemos nada... quizá tan sólo el 31 de mayo.
Son días, meses y años los que nos quisieran juntos pero lo que sí sucedió fue eso, el habernos conocido.

Lo que dijeron nuestras manos fue mucho y, sin embargo, le parece poco a cada posibilidad de seguirse encontrando y reconociéndose entre sí y por sí. Cuán ambiciosa ha de ser mi boca donde extraña esperar de la tuya que diga mi nombre en cada afirmación de ti; si sabrá el suelo cuánto me olvido de él por recordarte, y cuánto lo pido cuando nos dejamos ir (cada vez)...

Lamento haber sido motivo de tu tristeza, y espero que la felicidad de la que participamos amándonos sepa compensarte como lo hace conmigo cuando lamento una que otra cosa que pasó entre nosotros.

La gente no debería poder amarse mucho si no tiene en las manos el mundo para ofrecerlo... quizá esa sea una condición para amar intensamente, no tenerlo para procurarlo pensando en un "nosotros". Quizá si se tuviera desde el principio en las manos se prescindiría de amar, o se correría el peligro de ofrecerlo a alguien que está ahí por él y no por amor al otro. Pero qué peligroso es procurar conseguir el mundo para ofrecérselo a un alguien... Quizá por ello convenga hacerse del mundo en nombre de uno mismo, de modo que, cuando dos mundos se encuentren, se compartan sin responsabilizar a nadie de su configuración y consecución; la decisión es nuestra, y no habría porqué ponerle un nombre aparte del nuestro.

Eres piedra angular en la construcción del mío, y sé que lo soy del tuyo; no pido más... no espero más. Así que llévate el resto de los días, guárdame un espacio en las posibilidades de tu boca, y no olvides que mi nombre en ella depende de la afirmación del tuyo.

Cuántos días tendrá tu vida, y cuántos tendrá la mía... quizá sólo haya un 31 de mayo cada 365 días pero no habrá alguno que niegue el que fue, al que le debemos el amar así como sólo tú y yo podríamos a consecuencia de la bendita posibilidad de habernos conocido. Recuerdo pocos días de nacimiento; este es uno de ellos. No olvides, entonces, celebrar la vida que nos dio -y que dimos- a luz; se -o nos- lo debemos.


Tiene los ojos de un niño, su mirada reconoce una hermandad en los astros de la que no dieron cuenta los hombres... hubieran tenido que dejar de decirse tales para poder reconocerse copulando con las flores, envolviéndose en el canto de las eras digitales que le bautizaron. Pero no es ningún héroe; quizá lo sea de la memoria, por saber escapar de ella disolviéndose en el amor que le tiene a la vida. Algunas veces dijo que no la amaba, pero ella no pudo evitar entregársele en cada momento de revelación, de inspiración. Cuán apasionada es esa manada de órganos vibrantes que se sienten devenir jaurías de estrellas... el universo que no se da a basto y no se contempla; puede ser y es, es, es aunque haya vidas en que no lo quiera... dudo que sepa no ser o que la Vida se lo permitiera siquiera. No, ella lo ama, como al primogénito que nació a decirse, a ser cada que puede porque muere de sed, vive por necesidad; las posibilidades le son irrenunciables, así que se abraza de su respiración a desgarrarse en su voz. Dichosos son los cadáveres que deja a su paso, pero más aún sus criaturas; cuán amado es por ellas al ser y dar a luz como él, y cuán amadas son ellas... tan hermosas que podrían confundirse con él. Cómo ama la vida (a) ese niño, y cómo ha amado también (a) ese mar enamorado del cielo, tanto que le permite apuntar hacia todas direcciones diciendo su nombre a sabiendas de las cualidades de su totalidad satelital amada.

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Éste que ves, engaño colorido, que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores, es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores, triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado, es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada
- Sor Juana Inés de la Cruz -