19/6/14

Dáimôn

"Es más probable que el 'quién', que se presenta tan claro e inconfundible a los demás, 
permanezca oculto para la propia persona, 
como el dáimôn de la religión griega que acompañaba a todo hombre a lo largo de su vida, 
siempre mirando desde atrás por encima del hombro del ser humano y por lo tanto sólo visible 
a los que éste encontraba de frente."
Hannah Arendt

Ando de puntillas; quizá es por cortesía, quizá por formación. Tal vez me preocupa -o, mejor dicho, me ocupa- el no violentar los suelos en los que podría hallarme. 

Quiero que me busquen, bailar para su curiosidad. No me atrevo a golpear el espacio que me posibilita, prefiero acariciarlo y que, si por ello él arde, nos desvanezcamos juntos, copulando para darnos a luz y a sombra.

Puede ser que la duela me recuerde mi peso, ése que no olvido en mi afán de lidiar con la potencia de esta materia pero que sí ignoro cuando no es mi intención saber ni de mí ni de nada; cuando sólo cuento con la posibilidad de ser, de participar de ese momento. Y recuerdo las veces en que mi abdomen se sujetó de mi columna para persistir en la esperanza de no disgregarme, de seguir, de dar cuenta de mi condición de tránsito.

Camino y bailo, aparezco con la condición de perder mi mirada y, entonces, aparece alguien. La aparición implica para mí una invitación a bailar. Nuestras manos no quieren acostumbrarse a esperar ligadas la siguiente canción. Se sueltan unos instantes para preguntarse por ellas mismas; tampoco saben quién posibilitará con ellas el tránsito conjunto, el baile. Y, entonces, ya está presente la música...

No sé qué será de los suelos, como tampoco de mí pero sé que seré siempre que mis pasos quiebren ese espejo roto. Ojalá estén presentes mis ojos, dispuestos a la renuncia...

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Éste que ves, engaño colorido, que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores, es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores, triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado, es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada
- Sor Juana Inés de la Cruz -