24/6/14

Respeto: nuestro "nosotros" o la paz


"El respeto al derecho ajeno es la paz". Todos tenemos derecho a pensar, decir, hacer y ser lo que nos venga en gana; los demás deben respetarlo en relación a nosotros, y nosotros debemos respetarlo respecto a los demás. ¿Hay manera de transgredir ese derecho? Creo que la única manera de socavarlo es negar las posibilidades de ese pensar, decir, hacer y ser; fuera de eso, todos son factores que condicionarán o intervendrán en cada decisión pero que no podrían determinarla enteramente. Si no somos títeres, la decisión es in-arrebatable. 

Dicen que abrir un diálogo es faltar al respeto porque enfrentar una perspectiva con otra tiene la finalidad de comprobar que una es más correcta que la otra, lo cual implicaría la suposición de que una es "más válida". Respetar, entonces, consiste en no "meterse" con los demás, "dejarlos" que decidan en paz igual que ellos "nos dejan" a nosotros. Bueno, yo no creo que esas sean las únicas posibilidades de un diálogo. 

Nos afectamos mutuamente, nos intervenimos con tan sólo existir "a nuestra manera" al lado del otro. Si nos configuramos así sin "pedirnos permiso" unos a otros, ¿porqué nos molesta que quieran intervenir nuestra perspectiva exponiéndonos sus consideraciones?, ¿es una falta de respeto que pregunten por las nuestras porque las desconocen, pues sólo se tienen a sí mismos? 

Para mí, el respeto es consideración, apreciación de "lo otro"; no ignorar ni "dejar ser" en paz. Podemos hacer deducciones de lo que piensan los demás para coexistir pacíficamente pero no veo cómo podamos sostener que los apreciamos/vemos/respetamos si nos los estamos imaginando. En ese caso le tenemos mucho respeto a nuestros (pre)juicios, pero no a los demás como sea que son. Preferir abrazarse a un prejuicio, que hacerlo de una persona... eso sí me parece una falta de respeto. 

Mis prioridades no son "las buenas", pero no soportaría ver morir a alguien por cuenta propia, o ver a alguien asumiendo conductas que considero dañinas (como ser partícipes de la restricción ajena), o asumir una indiferencia que imposibilitara la comunicación o comunión con lo(s) demás. Cada quién convive con lo que puede, y yo no soporto estar con personas que hacen eso de sí mismas porque con ello, de paso, "nos llevan al baile" (a mí también, al estar involucrada o en relación con ellos). 

Finalmente, creo que si no nos sentimos en una relación de respeto mutuo (si no nos sentimos respetados o los demás nos consideran irrespetuosos) siempre podemos entablar una relación con otros que prometa la complicidad o indiferencia que deseamos para ambas partes. Ahora que si la relación es "obligada" -como la entablada para decidir asuntos comunes o públicos, es decir, políticos-, tenemos que ver "cómo le hacemos" para no perder el poder de la comunidad para decidir sobre sí. 

Conclusión: Creo en el agonismo, no en el antagonismo; el otro es un constitutivo, no un enemigo "a eliminar". 
Chantal Mouffe explica esta distinción en "El retorno de lo político". 

Creo que nuestra condición de "cambiantes" es innegable, y no tiene mucho sentido defender una identidad, una inmutabilidad. ¿Somos tan soberbios que creemos que nuestro sistema de valoraciones es perfecto? algunos dirán "no, no digo que sea perfecto pero es el mío". Yo diría que nuestras apreciaciones responden a nuestra experiencia de vida ("cada quién habla como le va en la feria") pero la Vida no se agota en uno mismo, sino en el "nosotros" humano: la comunidad en/por/con la que podemos entrar en comunicación. 

[***]

Un ejemplo es el de las anoréxicas o bulímicas que piden respeto para su decisión de "verse bonitas" aunque les cueste la vida. No nos piden permiso para "dejarlas" vivir o morir como quieran, sino respeto. No sé otros, pero yo diría algo, trataría de intervenir para que reconsideraran sus prioridades que, distintas de las mías, me parece que implican un precio demasiado alto (según lo que pienso y valoro). 

Muchas cambiaron el curso de su(s) vida(s) por intervenciones; siempre dicen que solas no hubieran podido reconsiderar las implicaciones de sus decisiones. Ni siquiera creo que se trate de ayuda (que otros puedan decirse "en una mejor situación"), sino de contribución mutua: "no sabes lo que yo, y yo no sé lo que tú, lo cual podría cambiar el curso de las cosas". 

Muchas no reconocieron las consideraciones ajenas y murieron con "la suya". Y así es como vivimos y morimos por ese bendito derecho gracias al cual no somos repeticiones de una misma cosa. Yo prefiero seguir a las que prefirieron el cambio y, con ello, la vida. Así que, perdón, pero siempre optaré por las exposiciones personales y las intervenciones, y renunciaré a un "respeto" que ofrece vernos calladamente los unos a los otros mientras nos aventamos de un barranco. Esa es mi manera de entender y dar respeto.

1 comentario:

Nanna dijo...

Me ha parecido una muy buena entrada y con todas las de ley, que manera de exponer tus ideas.

El respeto es una cuestión muy difícil de darse en estos tiempos.

Saludos.

Éste que ves, engaño colorido, que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores, es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores, triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado, es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada
- Sor Juana Inés de la Cruz -