15/4/13

♥ "No existe el amor cuando le buscas siempre fuera de ti"


Nuestro afán de tener alguna participación en aquello que reconocemos valioso llega a tal punto que indagamos en nuestro humano potencial hasta que nos descubrimos capaces de amarlo. Quizá, si no fuera humana, envidiaría esa condición (la humana), “tan sólo” por esa capacidad de enamorarse y amar; o quizá me alegraría de no vivir con unas pretensiones cuyas dimensiones superan lo que sea que pueda ser imaginado, esperado, o deseado; quizá ni envidiaría ni me alegraría, pues, siendo de naturaleza distinta, desconocería tantas facultades como las que me son ajenas ahora al haber sido insertada en el mundo con esta -limitante pero muy bella- forma (la del género humano).

Nos enamoramos pero no acaba ahí nuestra pretensión; ésta se sigue hasta el punto en el que amamos y queremos compartir la experiencia de amar, ¿con quién? Pues con el “objeto” de nuestro afecto. ¿Tenemos derecho a esperar o pedirle que nos acompañe en esa experiencia? Yo, por lo menos, no lo creo. Aún cuando somos correspondidos (si la persona en cuestión también está enamorada de mí), no hay ninguna garantía de que ese amor pueda experimentarse “compartidamente” o transformarse a partir de las interacciones de “esos amores” precisamente porque es algo que va más allá de nuestra voluntad y límites personales en general. 

No podemos prometernos nada, pero lo hacemos porque quisiéramos apropiarnos de todas y cada una de las condiciones que harían posible que ese compartir nos explotara; quizá por eso nos hacemos creer que en algún punto seremos capaces de ofrecer una garantía a las personas que amamos. Lo malo es que, entre promesas, nos vamos quedando cortos y el miedo se hace cada vez más grande. Es inevitable sentir impotencia cuando quisiéramos todo el potencial del mundo para regalárselo a las personas que amamos, y nos damos cuenta de que “sólo” contamos con el nuestro, el que llevamos conociendo el tiempo que llevamos de vida.

Podemos lamentarlos por lo miserables que parecemos cuando nos asalta una capacidad tan inconmensurable como la de amar a alguien y no podemos “regalarle o dedicarle“ lo que quisiéramos; o podemos -precisamente- reconocernos explotando posibilidades y fuerza a partir del reconocimiento de un alguien que tuvo que ser ese alguien, mientras que nosotros tuvimos que haber sido nosotros para encontrarnos de la manera con la que lo hicimos, la cual, si desembocó en amar, no sé qué más sea lícito esperar de ella (pedir).

Amar, para mí, nunca ha implicado apropiación (de “querer“ no se sigue necesariamente “estar con…” o “apropiarme de..”), pero esa soy yo, y no puedo esperar que los demás piensen como yo, por más que lo diga una y otra vez (tratando de darme a entender para no lastimar a las personas que quiero porque, aunque no estaré con ellas “sólo” porque esperan o quisieran que lo haga, muchas veces sí quisiera hacerlo pero implica situaciones o personas que se contraponen a mis ganas de quedarme, y lo mejor que se me ocurre es ser clara, ofrecerles la verdad). 

Y, a los objetos de nuestro amor ¿de qué les sirve que los amemos si no podemos hacer por ellos más que eso?. En nada, nuestro amor no está para servir a nadie, ni siquiera a nosotros mismos, como supuestos agentes de tal amor pues, como ya dije, enamorarse se trata de una expresión del potencial humano, el cual abarca más que nuestra imaginación, expectativas y voluntad, así que no me es posible pensarlo en términos de dueños y posesiones, medios y fines. 
"No existe el amor cuando depende de algo fuera de ti"...

2 comentarios:

carmmmmmen dijo...

'amar, para mi, nunca ha implicado la apropiación (de querer no se sigue necesariamente estar con o apropiarme de), pero esa soy yo'
yo pienso así como tú

E.C. Belmont dijo...

Esta hermoso tu blog y lo que escribes <3
y tu lista de reproduccion me ha hecho descubrir nuevos y fantasticos artistas ;D
besos

Éste que ves, engaño colorido, que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores, es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores, triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado, es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada
- Sor Juana Inés de la Cruz -