Nunca me había sentido avergonzada por estar viva, y es que no es correcto sentirse tan mal cuando las condiciones en las que uno vive gritan “hacemos todo por que seas feliz“. Cuando lo que siempre me salvó la vida no está haciendo nada por mí, ¿qué se supone que haga? Tengo tanto… ¿Quién creo que soy como para quejarme de lo que no tengo? Qué ingrata.
Lo he hecho todo para no quedarle a deber nada a nadie, ni siquiera a mí, y ¿de qué ha servido?

Pero ¿y luego? Sigo estando sola con lo que considero verdadero respecto a mí pues, así lo diga mil veces, no puedo hacer más que decirle a los demás “eres libre de creer lo que tú quieras, igual que yo”. Pienso que todos nos hacemos de cuentos para irnos a dormir tranquilos (para poder vivir, para tener la consciencia medianamente tranquila) y, a fin de cuentas, éstos van a decir lo que se nos dé la gana, independientemente de que queramos ser rigurosos con la verdad, o sepamos que nos estamos mintiendo vilmente porque creemos que de otra manera no sobreviviríamos. Lo que me molesta es que la gente sigue reproduciendo prejuicios e historias mil veces contadas, pues se basan en un "sentido común" que más bien me suena a "lista de cosas que la gente se imagina según lo que los demás -o ellos mismos- hacen". Si fuéramos copias, bravo, véndanme un manual, pero no creo que lo seamos (por lo menos no me considero así, y me encantaría que no encasillaran lo que digo y hago en moldes que no entienden de la singularidad de un contexto particular).
Siempre he estado abierta a que me digan que me equivoco, AMO que me cambien el panorama; pero cuando nadie sabe lo que yo y los pocos que me acompañan en tal o cual recorrido lo niegan o malinterpretan igual que los que lo desconocen, ¿cómo se supone que me sienta? No sé por qué me importa tanto que me crean, al fin y al cabo es más cosa suya que mía... bueno, las repercusiones de sus creencias me van a pegar pero, a ultimas cuentas, está en mí la importancia que le doy al golpe. Esa es la cosa, que no soporto que alguien que -según yo- me conoce (los que dicen quererme), me deje sola cuando decide creer algo que se adecua a sus ganas de responsabilizarme de algo que no les gustó, de no sentir feo, de justificar un modo de sentir suyo y demás, sin importar qué sucede conmigo... no sé, casi nadie quiere hablar y, aún haciéndolo, es muy difícil lograr que el material de las fantásticas historias -que de todos modos vamos a hacer- sea lo que pasó en cada lado de las situaciones, en lugar de que cada quién se haga de su material imaginado y el otro se chingue.
Sé que el mío es el menor de los problemas, pero creo que tengo derecho a detenerlo todo. Estoy harta de escribir a mares acerca de lo que me lastima; de despertar llorando; de hacer las cosas creyendo que no vale la pena; de verlos tratando de salvarme la vida como siempre lo han hecho; de la impotencia; de que me resulte casi insoportable ver lastimarse al género humano cuando lo amo tanto; de valorar poco la vida en la que los conocí; de tomarme las cosas tan en serio; de lamentar los días en los que, teniendo cuerpo y música con qué bailar, lo hago para no sentirme tan mal por estar despierta; de no querer estar en ninguna parte; de no querer encontrarme a nadie conocido para no estorbar en sus cosas o tener que darles explicaciones si se dan cuenta de que algo no anda bien conmigo; de no poder arañarme la cara como cuando era un bebé o llorar hasta lastimarme la garganta como cuando era niña; de no querer felicitar a nadie por su cumpleaños porque no tengo cara para celebrar la vida; de no tener ganas de vivir y, menos aún, de morir; de que los vecinos estén arreglando su departamento y tenga que salir porque no me dejan dormir; de sentirme muy bien por momentos, para luego deshacerme en los siguientes…
Estoy harta de recordar a la que fui hace un año, cuando me pidieron una réplica (un escrito para complementar o criticar la ponencia de una maestra) y un día antes de presentarla en público mi maestra me mandó un mail diciendo que estaba terrible, dejándome una noche para rehacerla. Fui la primera del curso en presentar su trabajo y me fue muy bien, es un escrito del que me siento orgullosa… En verdad no soporto verme tan disminuida en relación a ese momento… una noche bastó, mientras que ahora nada basta... El “él” de hace un año no pudo haberme abandonado más (ojalá tampoco hubiera sumado precoupaciones, ya que no iba a ayudar); después me desnudé para luego encontrarme vestida de luto. Me amplié tanto este año... y, sin embargo, no hago más que reconocerme como un harapo. ¿Cómo pienso hoy en compañía si no puedo soportarme a mí misma? Jamás he pedido salvavidas, no quiero empezar a pedir bálsamos o medicinas para sentirme menos enferma. Me siento tan contagiosa, tan tóxica.. creo que es lo que me hace sentir más triste...

Creo que mis libretas están hartas de contener mis gritos, casi siempre me aprovecho de pequeños espacios públicos para que escapen un poco por ahí, a ver si así su eco se aminora o resulta un tanto más soportable. Creo que mis pretensiones de materializar lo que siento y pienso son terapéuticas, así que pido disculpas a cualquier “otro” que llegue a toparse con mis fugas.
1 comentario:
Te amo, mujer... Si yo canto desde una ballena o desde la boca de un soldado, como lo hacen todos alguna vez en su vida; si yo vocifero desde las piedras o desde las paredes que abrazan a los paranoicos, como dije antes, es desde tu boca donde mejor canto.
Y desde ella cantaré hasta quedarme afónico como un passeri viejo y cansado, o como un condenado con la soga al cuello.
Perdóname tú mujer, por haber elegido tu cuerpo como un territorio que intenté defender con dientes y garras, por no permitirme aún vivir como los refugiados de guerra sin el beso de una madre.
Fuiste tú, con el tacto de tus labios, quien me trajo al mundo cientos de veces y yo tan sólo pude desvestirte o mejor dicho deshojarte como una margarita hasta quitarte por completo los pétalos.
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