Los he escrito sencillos para que tú los entiendas.
Son para ti solamente, pero si a ti no te interesan,
un día se divulgarán tal vez por toda Hispanoamérica…
Y si al amor que los dictó, tú también lo desprecias,
otras soñarán con este amor que no fue para ellas.
Y tal vez verás, Claudia, que estos poemas
(escritos para conquistarte a ti) despiertan
en otras parejas enamoradas que los lean
los besos que en ti no despertó el poeta.”

Allí en el lugar donde -a pesar de todo- sigo siendo, te eriges como la constante inconstante que da voz a mi columna. ¿Qué tejido me da a luz como tu lengua? Ninguno, aunque se encarne de ti.
Veo en el hueco de tu mano la virginidad de mi voluntad y me reconozco -con la mirada de una madre viendo al recién nacido- detrás del espejo; el frente no dice nada, quizá me remita a uno que otro recuerdo pero nunca a mí.
¿Dónde estoy? que me ando buscando. ¿Es que si no me llamas, no respondo? Di mi nombre, hazme olvidar la idea de procurarme un entierro; recuérdame para no olvidarme los dos.

No necesitaré traer las manos manchadas de la sangre de todas estas notas; reconocerán esa endidura ensangrentada que significaste cuando pronunció tu nombre, cuando habló como si tuviera sentido, como si, de todas nuestras cicatrices, esa nunca hubiera cerrado.
Se devorarán las comisuras que colmaste cuando apareciste diciendo que estarías allí, violentándolas para que abandonaran mi oscuridad; cuando tu voz se vistió de todo pidiéndome que ocupara tu boca una y otra vez.
¿Me llamarán? Lo hiciste tú cuando quisiste saber de tus manos, pero ¿tomaste las mías?
¿Tu oído se aferró de mi voz cuando te pedí, cuando aprendí tu lengua para no disfrazarte de la mía?
¿Tu oído se aferró de mi voz cuando te pedí, cuando aprendí tu lengua para no disfrazarte de la mía?
Temo verme envuelta en un capricho de la muerte como lo fui de la vida. No quiero hundirme en un bautizo sino en el abismo que no soy, en el ocaso de mi nombre.
Que me llamen... de otra manera no podrán decir haberme reconocido.
Que me llamen... de otra manera no podrán decir haberme reconocido.

Quizá me hubiera gustado que otra hubiera sido a la que le tocaran esos días, para conocerte ahora, transformado en lo que yo entiendo como un creyente... Pero fui la de ésos y soy la de estos, "los míos", los que dicen que las cosas podrían ser de otra manera pero es mejor que sean de ésta. ¿Es eso un consuelo? quizá, pero creerlo -o incluso tener razón- no puede sustituir lo que podríamos ser. Es una lástima que el perdón tampoco pueda sustituir lo que sí fue. Entiendo y quizá perdono todo lo que hice; ojalá lo hagas tú también.

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