16/11/14

"No se puede impedir la tormenta pero sí sobrevivir a ella"


Hoy domingo, día de recogimiento y marcha, estoy triste. No sé qué hacer ni qué orar, pero sí sé que la desesperanza, la falta de fe no ilumina. No soy tan soberbia como para pedir ver desde Su mirada o cualquier otra, pero sí como para que me incomode la mía.

No puedo ni quiero evitar recordar la marcha silenciosa del 30 de junio de 2012, un día antes de las elecciones. Alguna vez me preguntaron qué anécdota le platicaría a mi hijo -si tuviera alguno- y me sorprendió remitirme a ella; nunca olvidaré toda esa energía, verlos llegar callados igual que los que los esperábamos. Me gustaría llorar como entonces pero no he vuelto a sentir algo como eso.

La última marcha a la que asistí fue la del 2 de octubre de ese año. Luego fue el 1o de diciembre... peores cosas han pasado pero ese día murió algo en mí que no he visto renacer, no quiere volver a ser. Cada día es un reclamo a hablar, escribir y hacer; han remarcado su impotencia desde entonces.

No me permito olvidarlo a la manera con la que me aferro del recuerdo de aquel señor que volvía de un evento con cartel en mano... apenas podía caminar pero volvía. Su mirada cansada se posaba en el suelo de manera tan fija que seguramente no me notó. Cuánto cansancio... cuánta fe...
Quisiera creer como él pero no lo hago... siempre pediré por todo aquél que tenga la fe que yo ya no. Quizá me iluminen sin que yo lo pida; mi capacidad de acción está en alguna parte tratando de no confundir el realismo con el pesimismo.

Creer en el padre pero no en los hermanos, amarlo y no poder odiarlos por más que me moleste lo que hacen de nosotros... mi espíritu está puesto en el cuerpo equivocado. Sólo me queda ser la que puedo y ella puede pedir hoy por ellos, por nosotros. Luz.


Entonces el Creador hizo al hombre y a su lado puso a la mujer. Padre y madre. Les dio a elegir: seguir la tentación de la oscuridad o aferrarse a la bendición de la luz. Ellos comieron de la fruta prohibida. Su inocencia se extinguió y por diez generaciones desde el pecado de Adán, el pecado camina por dentro de nosotros. Hermano contra hermano, nación contra nación, hombre contra la creación. Devorándose el uno al otro. Rompimos la ley, el hombre lo hizo, nosotros lo hicimos. Todo lo que era hermoso, todo lo que era puro… nosotros lo destrozamos. Ahora... ahora comienza otra vez. Agua, aire, plantas, peces, aves y bestias. El paraíso de vuelta. Pero esta vez no habrá hombres para arruinarlo. Si pudiéramos entrar al Jardín de vuelta sería sólo para destruirlo otra vez. No... El Creador nos ha juzgado. La humanidad debe terminarse.

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Éste que ves, engaño colorido, que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores, es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores, triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado, es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada
- Sor Juana Inés de la Cruz -